“RÉQUIEM ARGENTO”, CD, FEDERICO DANNEMANN +3, CIUDADANO RECORDS, 2022.
Por: Fabio Salas Zúñiga
Desde que la pandemia bajó en intensidad y la situación sanitaria global ha devuelto mayores índices de normalidad cívica y social, hemos asistido a una marejada de puestas al día y de presentaciones de trabajos musicales, literarios, audiovisuales entre muchos, que el infausto covid-19 pospuso hasta el día de hoy.
Así, ahora reseñamos con satisfacción este trabajo del guitarrista nacional Federico Dannemann, grabado en septiembre del 2019, pero que recién dos años después ya podemos escuchar en soporte físico, plataformas digitales y también apreciar en vivo.
Hay que congratularse del enorme paso adelante que Dannemman ha dado en su labor de compositor y de instrumentista. Pues ahora su propuesta musical se deslinda por territorios más cambiantes que el estricto post bop “a lo Tal Farlow” que le conocimos hace algunos años. Y lo mismo su sonido. Su guitarra afortunadamente se ha desprendido de ese sonido jazzístico tan tributario de Joe Pass o de West Montgomery que afecta a tantos guitarristas chilenos y que no hace sino eclipsar precisamente lo que puede tener de personal el arte de estos artistas.
En este nuevo disco los años han pasado potenciando la música de Federico y nos permite apreciar a un músico en plena ebullición creadora pero dotado además de las capacidades técnicas necesarias para plasmar sus ideas en la música.
De hecho, ya el título del disco nos evoca un homenaje que es la vez una elegía pero también un punto de partida. Un réquiem es una pieza del repertorio religioso de la música docta europea que se realiza con ocasión de un fallecimiento o de una defunción espiritual y a la vez, física. Y el término “Argento” nos lleva sin esquivar una dosis de humor, a la argentinidad del contenido de este disco. Así pues, este álbum puede representar una elegía para las grandes glorias de la música argentina, vivas o fallecidas, que están, de una manera u otra, presentes aquí y que por momentos asoman como una referencia, una cita o una atmósfera: Atahualpa Yupanqui, Pedro Aznar, Lito Vitale, Luis Borda, Liliana Herrero, Bernardo Baraj, Dino Saluzzi… pero que inteligentemente escapa al homenaje grandilocuente o a la cita preciosista. Hay mucha elaboración y laboriosidad aquí y cada pieza del disco aporta diversidad y una notable versatilidad rítmica y melódica.
El timbre adquirido por la banda, compuesta además de Federico en las guitarras y composición, por el tecladista trasandino Andrés Beeuwsaert, el bajista Milton Russell- colaborador habitual del maestro Martin Joseph- y del baterista Carlos Cortés. A los que se suman en un par de tracks el saxofonista Claudio Rubio y el vocalista y guitarrista Marcelo Vergara, presenta una definición imaginística grave en su coloratura. Se trata de un timbre denso y nada líquido, lo que se aprecia sobre todo en el sonido del bajo y contrabajo como también en la contundencia nada aguda de la percusión. Afortunadamente, el equipo de producción no abusó ni del eco ni de la reverberación, pero no por ello el sonido es seco ni árido. Un acierto sin duda.
Contando siempre con la brújula de un piano minimalista en las intros de estas piezas, las texturas armónicas sugieren atmósferas algo abstractas durante los cuatro primeros temas del repertorio pero poseen a la vez una gran tensión dinámica, que va hilvanando eficazmente climas contemplativos con otros de gran resonancia urbana. La base bajo/batería es eficiente ya que matiza los síncopes y contrarritmos con masas de percusión y ajustados breaks en el tempo de las piezas, reforzados además por una apropiada concatenación de acordes en el bajo que permite la fluidez sonora en el andamiaje de la banda.
El conjunto suena muy compacto y afiatado. Las estructuras de la mayoría de estos temas son complejas y exigen una alta eficiencia para su ejecución instrumental. Pero Federico y sus acompañantes se lucen con solos muy punzantes y briosos en el caso del guitarrista, o bien evocadores e imaginativos cada vez que se da el paso al teclado y al sintetizador con software de órgano.
El sonido está muy bien producido. Los bajos correctamente ecualizados, y los registros altos permiten percibir algunos armónicos que en una escucha atenta se perciben como finos ornamentos acústicos. Además, la separación de instrumentos es nítida y la espacialidad de la mezcla ofrece un balanceo que posibilita apreciar la música desde cualquier ubicación auditiva. Puede que esta última aseveración esté influenciada por las características de mi equipo reproductor de sonido, pero el estéreo no está apelotonado en cada canal, hay un campo sonoro como si fuese la proyección en una pantalla con profundidad de campo.
El arte del digipack es sobrio y pulcro. La escueta información deja la puerta abierta para que el auditor disfrute de esta entrega y para quienes venimos siguiendo la trayectoria de Federico Dannemann desde hace algunos años podamos apreciar el grado de madurez creativa y de brillantez ejecutante que este músico nacional ha adquirido.
En suma, un disco altamente recomendable y que propone una última gran referencia: aquí no hay jazz fusión alguno, se trata de música moderna latinoamericana con alma de jazz.