Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Con estas palabras comienza una novela ya legendaria y la más fascinante de la literatura universal de nuestro siglo. Escrita por Gabriel García Márquez premio Nobel de Literatura, publicada en el año 1967.
La sola visión de que un niño se situara frente a un cubo de hielo y lo mirara con el asombro de lo nuevo, me llevó a mi infancia, cuando en casa de mis abuelos compraban para la hielera enormes barras de hielo. Con un garfio, eran enganchadas desde un camión, salpicando astillas de cristal que se derretían tan pronto como llegaban al suelo, luego el hombre con un saco doblado sobre su hombro, haciendo una capucha para protegerse el rostro, trasladaba la barra que permitía hacer más durables los alimentos. Yo me quedé “pegada” en el hielo, en su transparencia, en el estallido de sus fragmentos, en el vapor que humeaba desde el trozo bajo la resolana y la presencia del misterio habitando en el corazón de ese trozo de agua solidificado.
Macondo no es solo una palabra sonora como un golpe de tambor: es un río cíclico, el perfil de un camino en que lo maravilloso se comporta como una parte de la realidad cotidiana, como algo que no requiere explicación.
Esta novela ha sido traducida en todos los idiomas. Cien años de soledad con la magia de su prosa captura al lector con su vigoroso impulso, levantando las letras castellanas de todo un continente. Desvelar la magia de su prosa y deslumbrarse es lo que le queda al lector. Transitar por Cien Años de Soledad es un privilegio que se puede repetir, siempre habrá una esquina que nos detenga, desde donde surgirá el asombro, que nos encaminará por ese luminoso siglo de soledad.
