Nuestra historia musical sin duda es una joya emblemática, llena de anécdotas y personajes que han enriquecido estas últimas 6 décadas. Recién en estos últimos 15 años se ha tomado más en serio el rescate histórico de nuestra memoria artística musical. Proceso por el cual se ha ayudado profundamente a exterminar aquella amnesia de la dictadura, que nos dejó un vacío enorme, sobre todo con aquellos artistas que se encontraban en la otra vereda, totalmente fuera de los medios controlados de aquella época. Hoy se puede decir que ya existe una corriente de ciertos protagonistas que dedican parte de sus vidas, a recolectar estos auténticos pergaminos de nuestra historia musical, uno de ellos se llama Cristofer Rodríguez Quiroz, autor de “Con el corazón aquí” (2022) y coautor del libro “200 discos de rock chileno” (2022), este último ganador de los Premios Pulsar 2022, como mejor publicación literaria musical.
Hoy conversamos gratamente con Cristofer Rodríguez, sobre estos dos libros y la parte de su visión como restaurador de memorias culturales y sociales, que serán un referente importantísimo para las nuevas generaciones.
¿Tu conexión con la historia y la literatura musical de dónde proviene?
Llegué a la historia justamente por la música. En una clase de historia del siglo XX cuando cursaba 4° medio el profesor habló de los Beatles y ese cruce me fascinó. Entendí muy rápido que la música popular era una representación simbólica de su tiempo o que tenía características explicativas de la historia. Una relación virtuosa e inherente. Por eso decidí estudiar historia en la universidad y dedicarme, en lo posible, a investigar sucesos y procesos vinculados a la música popular. Algo difícil entonces, pero que ya había sido desarrollado por otros profesionales como Fabio Salas, Tito Escárate y David Ponce. Obviamente, como mi interés siempre fue la historia de Chile, me impregné del espíritu de estos investigadores de la historia perdida del rock chileno. Así comenzó este amor.
De profesión eres profesor de historia, con un diplomado en estudios de música popular y magister en historia de Chile contemporánea, además colaborador en diversos medios. ¿Qué es lo que te hace decidir para determinar y entrar en un nuevo proyecto literario?
Escarbar en la memoria del país. En su paisaje sonoro y musical, viajar por su patrimonio, reconstruir historias no contadas, celebrar nuestro pasado y la valentía de tantos y tantas que se quisieron dedicar a la música en una patria como Chile. Es un amor muy grande por la música chilena lo que me mueve. Hay también un anhelo de justicia histórica y un afán pedagógico para que nuevas generaciones puedan acceder a ese saber a veces oculto, pisoteado. Creo que si las cosas no se hacen por amor, es mejor no hacerlas. Y hay una pasión muy fuerte en mí, pero también en una generación de escritores y escritoras jóvenes que están en la misma. Todavía queda mucho por contar.
En tu reciente libro “Con el corazón aquí”, cuentas la transición cultural que vive Chile post dictadura, justamente en el gobierno de Patricio Aylwin entre 1991 y 1995, en donde convergen músicos con distintas visiones políticas y estilos musicales, para crear la Asociación de trabajadores del Rock (ATR), con el fin de entablar lazos con distintas instituciones del Estado y también con el mundo empresarial, en un Chile donde se suponía que llegaba la alegría, frente a eso, ¿qué importancia en particular consideras, que dejó esta travesía titánica ?
La importancia de la Asociación de Trabajadores del Rock es, por sobre todo, poética. Es una historia digna de ser contada y aprendida, independiente de los logros concretos que el colectivo obtuvo. Esa visión me parece un poco facha y exitista, sobre valorar las experiencias históricas de manera cuantitativa, en relación a un porcentaje de logro. La experiencia histórica de la ATR es la de unos Quijotes que caminaron muy mal armados hacia sus sueños, el contexto político decía todo lo contrario. El zeitgest del estado de la música en el Chile de entonces que, incluso en la derrota, deja muchos aprendizajes para las nuevas generaciones que quieran organizarse de forma gremial. También dejó cosas concretas, en relación a los lasos con la política pública de juventudes, haber movido el cerco de censura que vivía el rock chileno a inicios de los años 90 y haber contribuido a la formación de las Escuelas de Rock, organismo vanguardista y único en el mundo en esos años.
“200 discos del rock chileno” mas que un libro es una especie de diccionario de la música popular nacional. ¿Cuánto duró el proceso de investigación y cómo fue el método que utilizaron para cohesionarse de la mejor manera, el cual les hizo ganar el Premio Pulsar?
Nos han dicho que es como una enciclopedia. Tiene algo de eso, en términos de compilar de una manera amena, pero sin carecer de profundidad, 50 años de una historia del rock chileno, con la particularidad que lo hace a través de sus discos. El trabajo fue hermoso de principio a fin. El periodista musical César Tudela nos convocó para escribir este libro, que en un inicio iba a ser algo diferente a cómo terminó siendo, y con los años fue madurando hasta obtener la forma que todos conocen. Los otros miembros del equipo fueron el periodista Gabriel Chacón y el sociólogo Felipe Godoy. Los tres muy buenos profesionales con algo de carrete en la prensa y la crítica musical chilena. Yo siempre me sentí el más en desventaja de los cuatro y me costó asumir el honor de trabajar con tres gallos tan capos. ¿Qué nos unió? Los cuatro teníamos el mismo amor suprahumano por la música y sobre todo la música chilena. Los cuatro teníamos egos lo suficientemente sanos para trabajar en equipo y decirnos las cosas de forma crítica y constructiva. Los cuatro queríamos tener un libro como el que terminamos haciendo, en el sentido de que básicamente lo que hicimos fue hacer el libro que nos hubiese gustado leer cuando jóvenes. Y lo más importante, es que los cuatro terminamos siendo amigos y familia. Entonces el proceso fue rico, multidisciplinario, exigente, con expectativas altas, etc. Se pasó mal también, pero es parte de la vida.
Nos interesaba mucho que este libro se leyera como una obra que pone en el centro el valor de la historia discográfica chilena. Que tuviera imágenes, que sonara, que fuera profundo analíticamente, que sea bien investigado. Un libro que celebrara nuestra historia rockera.
Antes de entrevistarte en algún momento, comentabas que además de la importancia de los libros y sobre todo en estos tiempos, la parte audiovisual es quizás igual o más relevante que la del propio libro, ¿podrías comentarnos el por qué de esta teoría?, entendiendo que vivimos en un país en que se lucha constantemente por la falta de lectura.
En realidad creo que se debe masticar chicle y caminar a la vez. La tarea por la recuperación de patrimonio musical chileno es tan grande, que cada iniciativa suma. En eso, los libros cumplen una parte clave, pero el área audiovisual no debe despreocuparse. Lo audiovisual puede, a veces, ser más democrático, estar en la web, quedarse mucho tiempo, ser revisitado. Además lo audiovisual ¡suena!
Finalmente, ¿estás embarcado en algún otro proyecto que puedas comentarnos o que te gustaría realizar en un futuro cercano?
Mil ideas, cero proyecto en concreto. Me interesa parar un poco para este año comenzar a trabajar en algunas de esas ideas, a la par de mi pega como profe y en Rockaxis.