Ricardo Sánchez Lara (1987, Santiago de Chile). Es Profesor de Lengua y Literatura y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha escrito algunos libros de poesía: “El ejercicio del café” (2008), “Por si acaso alguien quiere llorar” (2009), “Casa de puta” (2010) y “Kick Boxing” (2015). Estos textos corresponden a un proyecto llamado Poemas fantásticos, poemario en construcción donde el autor pretende abordar, mordaz y críticamente, los fenómenos sociales de la sociedad que habita.
DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS O LAS COSAS QUE NO PASAN EN ESTE PAÍS (DICEN)
Mírenos bien. Somos los personajes de un
cuento fantástico que usted contará a sus
bisnietos para ficcionalizar estos cuerpos que dicen, corrijo,
que escuchó que dicen que quizá alguna vez sufrieron de sed y pena.
Narrará con euforia, a veces, y dirá que
eran pobres, pobrecitos, pero que nada de
eso ocurre de verdad, que esas cosas son inventos,
que ese chile es un cuento fantástico.
Que había casas pequeñas, de 40 metros cuadrados, dirá.
Que eran flojos los personajes, que por eso.
Que eran cholos los personajes, que por eso.
Dirá que es mentira que la gente se tomaba de
las manos y rezaba para evitar impuestos y hospitales.
Dirá que es mentira que se juntaban huesos en el mar.
Que no existen las violaciones,
que eso ficción,
que no existen (ni existieron ni existirán) países rotos,
que el kiltraje es otro invento.
Que eran morenos los personajes, que por eso.
Eso dirá.
NO SERÁ POSIBLE
Invento para ti la historia de un padre acariciando a sus hijos.
Pero es mentira. Mi último recuerdo es un médico diciéndonos que no,
que no sería posible, que después de tres meses el feto estaba muerto.
Quizá todos hacemos esto: inventar historias para los otros,
hacer como que olvidamos el cáncer que nos embarga y
poner finales felices a los relatos fantásticos que creamos
cuando asedian los llantos y los adioses.
He dicho que hay casas solas cerca de lo que fue un hospital,
y quizá también miento. Lo cierto es que en una casa pareada vive mi madre,
o lo que queda de mi madre. En eso no miento.
Inventé que una muchacha deseaba mis carnes, y que me miraba, lasciva.
Quizá era un muchacho, no lo recuerdo con exactitud.
Lo cierto es que en todas las invenciones habitamos como
perros salvajes hurgando en bolsas de basura,
o hurgando en la idea sangrienta, inaceptablemente bochornosa, de no ser más que un profesor a medio tiempo que inventa países en sus poemas.
De lo que estoy seguro es de que vendrá la noche de mirar edificios, o luces tan solo,
quién sabe por qué, pero pensando en el peso y en la velocidad de los cuerpos cuando
caen
Yo
sin
caer
Yo
sin
saltar
Yo pensando en la
gravedad del golpe y
en ese último relato falso
que puede o no decirse en la caída
De lo que estoy seguro es de que mientras la noche viene escucharé a mi padre relatar la muerte de su padre: dice que le dijeron que fue un balazo en el cráneo.
De lo que estoy seguro es de que escucharé a mi mujer decir que escuchó que un alumno de su escuela se colgó en el living-comedor mientras la abuela cocinaba arroz con papas.
Pobres de ellos, naufragaron en la memoria sin saber que vendría la noche.
Invento para ti la historia de un padre acariciando a sus hijos.
Pero es mentira.
Mi último recuerdo es un
médico diciéndonos que no,
que no sería posible,
que después de tres meses el feto estaba muerto.